sobre una vida lenta...
- Ani Studio
- 5 mar
- 4 Min. de lectura
Hace unos días, terminé de leer el libro Slow Productivity de Cal Newport, y a diferencia de mi post anterior, aquí no voy a hacer un gran review de su vida, sus experiencias, etc. En esta entrada, quiero hablar más sobre el tema que el autor aborda: pseudoproductividad.
Existe un afán en la actualidad por tener nuestras agendas llenas, por ser personas ocupadas, por ser personas que si no estamos constantemente revisando el correo electrónico o alguna red social en el teléfono o computadora, lo recibimos en notificaciones en relojes inteligentes, como si el sonido, vibración o alerta del teléfono no fuera suficiente. Pareciera que nos llena tener la agenda muy cargada.
Por otro lado, también se ha puesto muy de moda últimamente la idea de una vida lenta, romantizando espacios o momentos en la naturaleza, con una taza de té, haciendo yoga, caminando por un bosque o escribiendo en un cuaderno (de preferencia que se vea aesthetic). Y yo soy fan de todas estas acciones, me encanta la idea de vivir realmente una vida lenta. Pero sigo sin encontrar el espacio en la sociedad, donde esto sea una realidad. La idea del slow living viene de cuando en Italia quisieron poner un restaurante de comida rápida a finales de la década de 1980 el objetivo del movimiento era promover la comida preparada de manera más lenta y consciente, valorando la calidad sobre la rapidez.
La realidad que me rodea busca el trabajo duro, busca trabajar más de 8 horas al día (y todavía llevarte trabajo a la casa si no lo terminaste en tu lugar de trabajo). Esta realidad también busca el más, no necesariamente el mejor; desde contabilizar cuántos libros leemos al año (donde la meta va de 30 para arriba) hasta sentir que la sobrecarga laboral o la agenda llena es la que le da valor e identidad a nuestra vida.
Desde hace 5 años, mi vida empezó a ir más lento… en realidad desde hace 10. Y lo que me hizo detenerme en gran parte, fue mi pareja (no digo novio porque ya estoy muy vieja para decirlo -así lo siento yo). Él es lo contrario a mí, mientras yo era/soy acelerada y me gustan/ban las cosas rápidas, él era lo contrario, hasta con la puntualidad. A mí me encanta/ba llegar a los eventos muy temprano y a él algo más tarde, porque ¿para qué llegar tan temprano? En muchas cosas, comencé a darme cuenta que no era necesario correr, que había más gratificación en tomarme mi tiempo, en ir lento, en disfrutar el proceso; en otras sigo siendo acelerada, creo que es parte de mi esencia y no la voy a perder por completo solo por adaptar un estilo de vida más lento, hay momentos, hay espacios donde puedo ir lento, pero hay otros donde puedo abrazar un ritmo natural, así sea lento o rápido. La idea del ritmo natural es planteada por Newport (aunque seguramente por otros antes de él) y es el ritmo bajo el cual quiero vivir, porque aunque me gusta ir más lento, a veces no es necesario.
En estos años he aprendido a ser más efectiva con mi tiempo y mi trabajo, pero (también como señala Newport) he intentado que mis hábitos sean menos ajetreados. Creo que a veces todavía me cuesta, pero lo sigo intentando. Me gusta pensar que vivir lento es posible, un poco para privilegiados también, especialmente en el país donde vivo, ya que al estar insertos en un sistema capitalista, no podemos salir de éste por completo; así mismo comprendo que, tal como leí hace unos días en un post de Chloe Linn existe un lado tóxico de la vida lenta ya que al popularizarse tanto, ha dejado de presentarse como una crítica al mundo capitalista y ajetreado en el cual vivimos, para ser una palabra interesante, pegadiza y aesthetic para una vida rústica diseñada para unos pocos. Este lado tóxico presenta la vida lenta como inaccesible, exclusiva y por mero show, además de individualista y full capitalista. Y ese es un lado al que yo me opongo rotundamente, porque no debería ser solo para privilegiados, y no debería ser para reforzar un sistema que solo busca el consumo (tal como son todos los objetos de self-care que se consumen hoy en día, para tener “rutinas perfectas y empezar nuestros días lentos”)… una vida lenta debería priorizar lo siguiente:
Compartir maneras de ir lento que todos podamos poner en práctica, no solo personas privilegiadas. ¿Cómo? Esa es la gran pregunta, pero empezar haciéndola es un buen primer paso.
Reconocer las problemáticas sistémicas que causan la necesidad de ir lento en primer lugar. Sí, una de esas causas es el capitalismo acelerado dominado por la obsolencia programada que nos insta a consumir, dejando de crear, dejando de compartir compartir, y hasta de disfrutar (debemos perseguir dopamina de verdad, aunque su gratificación no sea instantánea).
Reconocer que vivir lento no es una aesthetic. Es un mindset.
Abrir nuestra mente, incluyendo la perspectiva de otros, no solo la nuestra al momento de comprender cómo es una vida lenta. Especialmente la perspectiva de personas que se ven más afectadas por estas problemáticas sistémicas, ya que son las que más sufren del sistema en el que vivimos.
Finalmente, enfatizar la importancia de la conexión y del bienestar colectivo. Wellness no se trata de nuevos productos para la piel, o de comprar la última botella de agua pura, o de viajar para tomar las mejores fotos y publicarlas en tus redes sociales. El bienestar realmente se trata de derechos básicos para todos y todas; salud, educación, vivienda… ¿cómo podemos hablar de una rutina de skin care de 10 productos, cuando gran parte de la población a penas tiene acceso a una alimentación adecuada? Es por eso que me gusta este principio, vivir lento es también vivir bien, y vivir bien de verdad.
Vivir lento debe ser vivible por todos, no solo para unos cuantos, pero bueno, aunque esto es un gran ideal, igual me apego a él y aunque no suene tan atractivo o aesthetic para todos, creo, como lo plantea Linn, que no habremos logrado realmente un ritmo de vida más lento hasta que todos tengan acceso a él.

Comentarios